La Cajita Feliz

En sus orígenes, la única certidumbre del hombre era el sol saliendo por el este y ocultándose por el oeste. El resto era cruda incertidumbre: conseguir alimento y agua, encontrar depredadores… Entonces el hombre le dio la espalda a la impredecible tierra y se quedó mirando a los predecibles astros; para imitarlos, aprender… y así poder armarse una Cajita Feliz.

¿Somos concientes de lo violentos que nos ponemos cuando nuestro mundito se torna impredecible? Si el tren se atrasa, si el Big Mac viene sin salsa especial, o si Internet está lenta… Nos desesperamos, nos angustiamos, nos asfixiamos y sucede lo inevitable: rompemos TODO.

Antes tardábamos más consiguiendo (o persiguiendo) la comida que comiéndola… hoy es al revés: comiditas de microondas; sopitas quick; verdura procesada, lavada, lista para comer; vacas matadas y seccionadas en prácticas cajitas… Es inconcebible tardar más en preparar algo que en comerlo.

El molestísimo “¿Y, cuánto falta?” es el símbolo de una era. El ayuno (entrenamiento físico y espiritual por excelencia para afrontar la escasez) se volvió obsoleto... Nada debe retrasar o impedir el consumo. Nada. Nadie… Y si se retrasa, debemos propulsar la paciencia con Rivotril, porque sino se desata la furia…

El consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo, el consumo… Es la Jaulita Feliz… Que nos protege, nos contiene, nos dopa, nos malacostumbra y nos hace olvidar que NADA hará que dejemos de ser unos tristes monitos miedosos.

Cheers.

Foto: Gentileza Alfredo "Cerdo" Megy